Para la psique humana es de suma importancia el procesamiento de emociones básicas, que tal y como los colores y las mezclas de estos mismos, puede existir colores primarios, y una mezcla lo suficientemente elaborada en proporciones, puede derivar en colores secundarios.
Ciertamente la siguiente valoración hace referencia a una conversación entre amigos una noche de final de mes del mes pasado. Cabe decir, que si bien no era una típica noche de tragos, la liturgia de la amistad y los diálogos de ésta pueden introducir a cualquiera en una dinámica de opiniones etílicas y biliares. Está claro que el pretexto de la permanencia del anonimato de los participantes, surge de la expresión básica del: «sho mano, no lo/a juzgues, es tu amigo/a».
Los encuentros furtivos entre buenos amigos, de los mejores, es un caldo de cultivo bastante propicio para el aparecimiento de contextos poco usuales en la dialógica utilizada durante el transcurso de las semanas; el ambiente apremia la honestidad, la severidad, pero sobretodo el establecimiento de aprecios basados en la expresión de espacios que otros denominarían fuera del respeto, pero que en estos casos particulares suelen terminar en risas después del insulto mediatizado. Es en estos entornos amistosos donde surge la temática de los desamores, los amoríos, y uno que otro problema interpersonal. Sin embargo, lo verdaderamente sustancial de este encuentro de noche de brujas, es el entramado de conclusiones que se obtuvieron, o que al menos en mi visión particular del mundo logré obtener.
Se asomaron los primeros comentarios sobre las dificultades de establecer parámetros para la finalización de ciertos ciclos; la cena, el decorado y las bebidas en sí mismas eran toda una invitación para hablar de procesos de duelo, o para ser más precisos con toda la coherencia del caso, de la muerte. La cuestión con el ser humano y la variante tiempo, es que el ser humano es atemporal, es una existencia genérica para el tiempo, cuya particular definición según la física cuántica, cuenta con una característica difícilmente comprensible para seres atemporales: el tiempo es inmutable. (¿Cuántas veces habremos renegado por cambiar el pasado sujeto a alguna decisión considerando que otras opciones habrían cambiado nuestro presente?)- Aseveración que me llevó a pensar durante la charla amistosa, que para otra teoría más, somos nada, ni tantito especiales. Sin embargo, la modernización, la especificación y el empleo de los avances tecnológicos y científicos nos llevaron a creer que encerramos el tiempo en un pequeño dispositivo con agujas marcando el tempo y los ritmos; y nos llevó a lo que parece ser otro error esencial en la manera de vivir, la creencia errónea del control de la temporalidad. Realmente esta premisa de control tiende a generar ansiedad, al experimentar la ausencia de componentes reales que nos permitan el manejo concreto de los elementos que comprenden el tiempo. La muerte, vista desde esta perspectiva es un generador de angustia, y la angustia implica paralizamiento frente a lo fáctico.
Más allá de esto no pretendo hacer fundamentaciones más allá de los experiencial, por tanto, dejaré de momento la física cuántica, para pasar nuevamente a la cuestión que apremia, el término de los ciclos. No obstante, para la psique humana, es de suma importancia el procesamiento de emociones básicas, que tal y como los colores y las mezclas de estos mismos, puede existir colores primarios, y una mezcla lo suficientemente elaborada en proporciones, puede derivar en colores secundarios. Es de esta manera en la que, eventos cuya fuerte implicación afectiva conlleva una alta carga de significados y significantes puede connotar un patrón de melancolía (una de nuestras tantas mezclas secundarias), y percibir ahora sí el tiempo de manera distinta. Efectivamente este es un espacio apropiado para traer a colación a Cortázar, que con El perseguidor ahonda ya en la narrativa como en un segundo puede ser captado, recuperado y evocado, las experiencias significativas de uno, dos o tres años; sorprendentemente esta capacidad mnémica elabora recuerdos y nos da golpes en el pecho a una velocidad aproximada de 186,282,397 millas/s. ¿Les suena familiar? Pues, la velocidad de la luz una constante universal bastante conocida. Indudablemente este vaivén de emociones positivas y negativas fundamenta un transfusión de placer-displacer en la recuperación de fragmentos decodificados en la memoria, cuya puerta de entrada y salida pueden llegar a convertirse en adictivos.
Aún así la conversación continúo con dichas valoraciones: que si el objeto de placer, que si impregnar al objeto de afectividad, y formular significados y significantes, que si moldear la capacidad de afrontar a través de nuevos aprendizajes, que si ofrecer experiencias emocionales correctivas. Realmente la comprensión de los tiempos y la sanación respecto a los vínculos con padres, madres, hermanos, parejas, hijos, amantes, trabajos, metas, oportunidades, objetos u otra faceta a la que se nos instigue a apegarnos es relativa, y sin el afán propio de artista posmoderno puede que estemos frente a una dinámica de interpretación individual a los ojos del espectador y del actor principal.
El detalle de enorme dificultad resulta en cómo configurar y desarrollar aspectos tan individuales cuándo la aplicación del tiempo a las emociones en detalles mínimos de la propia humanidad. Estos ciclos múltiples parecen ir y venir en constante movimiento con recuerdos, actividades, caminatas, comidas, regalos, etcétera. Muy personalmente creo que esta cantidad de información sensorial y emocional es abrumadora para cualquier ser humano. Finalmente, tanto diálogo terminó por ser agotador, aunque dentro de las premisas siempre se logra atisbar un cierto dejo de angustia cuando se dialoga sobre la naturaleza humana y sus relaciones más significativas. Esto termina por construir una verdadera noche de Halloween. Total, comprender que como humanos atemporales experimentamos la muerte con respecto al paso inexorable de cada segundo que se agota, resulta en la construcción humana en cuanto al afrontamiento de las experiencias mismas, que conllevan a la formación de puertas de escape, de elaboraciones complejas para salvarnos de la muerte, de la creación de soluciones místicas para escapar de esta. Y claro está, no todo los estados son constructivos para la estabilidad mental, y ciertamente ninguna solución termina por salvarnos de la muerte.